Por: Simeón Apaza *
Desde antes de su llegada al poder, durante su presidencia y después de dejar el gobierno (2006-2019), Evo Morales se ha caracterizado, casi siempre, por ejercer un liderazgo sólido con diversos sectores sociales. Además, dicho liderazgo ha trascendido las fronteras nacionales, proyectando su influencia en el ámbito internacional.
En este contexto, y de acuerdo con
Hans Morgenthau, pensador destacado de la corriente realista en las relaciones
internacionales, uno de los factores fundamentales del poder estatal es el
conductor político. En el caso de Evo, no solo ha sido un conductor del Estado
boliviano, sino también un referente y con capacidad de despliegue de los
movimientos sociales tanto en Bolivia como en América Latina.
Durante su gobierno, Bolivia se consolidó como un actor relevante en la política regional e internacional, especialmente a través de su participación activa en iniciativas de integración como el ALBA-TCP, UNASUR y la CELAC.
En el reciente evento internacional, en el estadio de Ivirgarzama, ubicado en el Trópico de Cochabamba, se llevó a cabo un encuentro entre el 2 y 3 de agosto de 2025, en el marco de 200 años de la conmemoración del bicentenario de la independencia de Bolivia. En un contexto marcado por una dinámica geopolítica global en transformación, Evo continúa desempeñando un papel activo mediante esta iniciativa de RUNASUR, un proyecto en proceso con sede en Bolivia orientada al diálogo cultural, económico, ideológico-político, que promueve procesos de integración con cooperación y solidaridad especialmente entre los pueblos de América del Sur (Sur Global).
Estas características permiten considerar a Evo como un hombre geopolítico, en la medida en que ha demostrado capacidad y visión para impulsar encuentros regionales e internacionales, articulando temas y agendas propias de los sectores y movimientos sociales. La visión se orienta hacia la construcción de una "geopolítica de los pueblos" (Diplomacia de los Pueblos), que trasciende la diplomacia tradicional entre Estados y se basa en el protagonismo de actores sociales. Esta forma alternativa de diplomacia busca cuestionar el orden geopolítico vigente, principalmente la hegemonía estadounidense, y propone un nuevo orden global multipolar, sustentado en pilares o vectores como: el reconocimiento de actores clave de los pueblos en la política exterior, con base en la dignidad y la soberanía; por una América Plurinacional; la revalorización de los saberes y epistemes de los pueblos; la universalización de los servicios básicos como derechos inalienables; la solidaridad y la integración económica con valor agregado (acelerar proceso de industrialización); el rechazo a toda forma de sanciones unilaterales; una vida armónica entre el ser humano y la naturaleza; la desmilitarización planetaria; y la construcción de un mundo en paz y con seguridad compartida.
La realización de esta diplomacia
de los pueblos, del pensamiento a la práctica, como alternativa a la hegemonía
relativa de Estados Unidos, depende, en todo caso, de una participación activa
y creciente de diversos actores sociales y políticos local, regional e
internacional. También requiere el compromiso y vocación con ética y moral
efectiva entre intelectuales y autodidactas; la promoción de espacios de
diálogo y encuentros entre múltiples actores; la producción de materiales
culturales, desde la literatura hasta la universidad, que acompañen y
fortalezcan esta visión alternativa de integración regional y mundial.