El pecado de las materias primas y el rol de América Latina y el Caribe en la configuración del orden mundial

Simeón Apaza | diciembre 07, 2025 | 0 Post a Comment

Por:  Simeón Apaza A. *


La configuración del nuevo orden mundial exige una visión amplia para comprender la posición de América Latina y el Caribe, en especial la del Sur Global. La caída relativa de la hegemonía de Estados Unidos, iniciada en la década de los 70 y acentuada tras los hechos del 11 de septiembre de 2001, abrió un periodo de transición o mutación hacia un nuevo reordenamiento del sistema-mundo o de la geopolítica mundial.

En este marco histórico, América Latina y el Caribe (con mayor énfasis en América del Sur) ha ocupado un rol estratégico tanto en la época colonial como en la republicana y en la actual configuración mundial. Entre el siglo XX y el reciente siglo XXI, para Estados Unidos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pasando por la Guerra Fría y hasta la actual disputa hegemónica, la región ha funcionado como reservorio y proveedora de recursos y mano de obra, así como un espacio de competencia ideológica. Asimismo, ha sido escenario de intervenciones estadounidenses destinadas a impedir la emergencia y consolidación de potencias regionales capaces de desafiar su influencia o redefinir el orden internacional.

Este contexto facilitó el surgimiento de países “emergentes”, particularmente los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), lo que muchos pensadores interpretan como una reconfiguración lenta pero estructural de la jerarquía del sistema-mundo. Dentro de este proceso, América del Sur adquiere una creciente relevancia como espacio estratégico en el reordenamiento global.

Desde el pensamiento sistémico, el control de las materias primas constituye un elemento central del poder hegemónico. En este escenario, la concentración de recursos estratégicos como agua dulce, biodiversidad, litio y otros minerales convierte a América del Sur en un polo geoestratégico clave para el desarrollo científico y tecnológico global. Sin embargo, esta riqueza y las relaciones alternativas con otros actores globales también aumentan la vulnerabilidad de la región frente a las presiones de las grandes potencias, particularmente de Estados Unidos.

Por tanto, la sociedad latinoamericana, en su conjunto, debe asumir una conciencia histórica y social en defensa de la soberanía y la libertad, apostando hoy por la “Diplomacia de los Pueblos”, que va más allá de los actores estatales tradicionales.

* Estudios en Geopolítica y Relaciones Internacionales, UMSA.

El futuro de la democracia: Las limitaciones y desafíos de transformación

Simeón Apaza | octubre 02, 2025 | 0 Post a Comment

    Por: Simeón Apaza


Introducción

La democracia, concebida históricamente en el marco del Estado nación, atraviesa hoy profundas tensiones frente al impacto de la globalización. Las dinámicas económicas, políticas, sociales y tecnológicas desbordan las fronteras tradicionales y generan nuevas formas de interacción regional y global que ponen en juego la capacidad del Estado para responder a los problemas contemporáneos. En este escenario, se vuelve necesario repensar la democracia más allá de sus bases clásicas, incorporando enfoques que sitúan en una dimensión cosmopolita. A partir de los aportes de autores como Held, Rosanvallon y Benhabib, es posible examinar los límites de la democracia moderna, las críticas a su funcionamiento y las propuestas para proyectarla hacia un modelo que contemple derechos universales, soberanías compartidas y una ciudadanía activa capaz de sostener la vida democrática en un mundo interdependiente.

En tal sentido, el presente trabajo se organiza de la siguiente manera: en primer lugar, se ofrece una introducción; a continuación, se desarrolla la sección titulada El sentido de la democracia en contextos de democracia internacional; posteriormente, se aborda el apartado Impactos y límites de la democracia; seguidamente, se examinan las Alternativas de transformación e invocación de la democracia en un mundo multipolar; finalmente, presentamos las conclusiones y la bibliografía.

El sentido de la democracia en contextos de democracia internacional

En el actual escenario de disputa entre potencias globales, especialmente entre Estados Unidos y China, la democracia moderna ha marcado hitos relevantes en distintos momentos históricos, alcanzando una dimensión global con la llamada “tercera ola de democratización”[1]. En este marco, el sentido de la democracia no debe entenderse como un concepto estático, sino dinámico, sujeto a una constante evolución histórica. Esta perspectiva ha sido desarrollada, entre otros, por David Held en su obra Modelos de democracia, publicada en español en 1991. En ello, el autor realiza una valoración crítica de los distintos modelos democráticos, tanto de la tradición clásica como de la contemporánea, subrayando que: “Existen varias razones que explican por qué es importante una valoración crítica de los modelos de democracia existentes y la búsqueda de posturas alternativas” (Held, 2007: 365). De este modo, la democracia es concebida como un mecanismo que posibilita una “extensa participación y deliberación política”, no solo en el ámbito local, sino también en la esfera internacional.

Por otra parte, Pierre Rosanvallon, en su obra La contrademocracia (2006), sostiene que la democracia se encuentra en una permanente dinámica de tensiones e incertidumbres. En sus palabras: “La historia de las democracias reales es indisociable de una tensión y un cuestionamiento permanentes” (Rosanvallon, 2007: 23). Este proceso de tensión ha caracterizado la vida democrática contemporánea, donde la democracia se expresa como un espacio de implicación e intervención entre el Estado y la ciudadanía. Si bien el voto constituye la manifestación más visible de este vínculo, no agota la complejidad de la experiencia democrática (Rosanvallon, 2007: 36).

Asimismo, Seyla Benhabib, en Los derechos de los otros (2005), enfatiza que la democracia contemporánea se sustenta en la ampliación de los derechos de la ciudadanía. Según su planteamiento, la participación política garantiza el carácter de la democracia como instancia que protege derechos individuales y colectivos, reconociendo a las personas como actores en diversas esferas, tanto locales como internacionales. En su análisis, “las democracias modernas, a diferencia de sus contrapartes antiguas, conciben a sus ciudadanos como consocios derechohabientes” (Benhabib, 2005: 41).

En síntesis, estas perspectivas coinciden en destacar que el sentido de la democracia moderna radica en su carácter dinámico y relacional, vinculado a la construcción del Estado-nación y a la consolidación del voto universal como expresión legítima de ciudadanía. Sin embargo, este modelo ha mostrado limitaciones, especialmente frente a las transformaciones del orden internacional y las tensiones derivadas de la lucha entre potencias globales. En ese marco, resulta necesario analizar los límites de la democracia frente a dichas dinámicas de poder.

Impactos y límites de la democracia frente a las dinámicas de la lucha por el poder: EE.UU. y China

Desde una perspectiva teórica, comprender los límites de la democracia en el actual contexto internacional implica reconocer que esta se ve desbordada por múltiples problemas que exceden, fundamentalmente, el marco del Estado nación frente a los procesos de globalización. Dichos procesos generan tensiones entre lo local y lo global. Según Held, esto se manifiesta cuando “se suscitan diversos problemas, sobre todo porque las decisiones de ‘una mayoría’ o, más concretamente, de sus representantes no solo afectan (o pueden afectar) a sus comunidades, sino también a los ciudadanos de otros países” (Held, 2007: 409). La globalización implica un desplazamiento de la sociedad humana, promoviendo interacciones interregionales y transcontinentales que inciden de manera creciente en las instituciones sociales y en la vida cotidiana, tanto en el tiempo como en el espacio. En general, la globalización actual permite que numerosas cadenas de actividad, como, las políticas, económicas, sociales y tecnológicas, adquieran un impacto y alcance global. Al mismo tiempo, estas cadenas generan mayores niveles de interacción y conexión entre Estados y sociedades, en un mundo marcado por la contingencia entre unidad y fragmentación (Cfr. Held, 2007: 412-413).

Por otro lado, los límites e impactos que enfrenta la democracia moderna no provienen únicamente de la sociedad civil o de la ciudadanía, sino también de su propia estructura. Esta se encuentra atravesada por la “falta de aprehensión global de los problemas ligados a la organización de un mundo común” (Rosanvallon, 2007: 38). La democracia contemporánea se caracteriza principalmente por el voto ciudadano; sin embargo, este mecanismo resulta insuficiente para abordar los desafíos del mundo común y, a su vez, invisibiliza ciertas problemáticas. En sentido contrario, este fenómeno tiende a reforzar el poder social y a abrir espacio a tentaciones populistas de carácter reactivo (Ibid: 39). Asimismo, las limitaciones democráticas se evidencian cuando, desde la perspectiva ciudadana, “la falta de democracia significa no ser escuchados, ver que se toman decisiones sin consulta alguna, que los ministros no asuman sus responsabilidades, que los dirigentes mientan con impunidad, que el mundo político viva encerrado en sí mismo y no rinda cuentas suficientes, que el funcionamiento administrativo siga siendo opaco” (Rosanvallon, 2015: 16).

De igual modo, los problemas que afronta la democracia moderna adquieren un carácter más internacional, puesto que “el Estado nación es demasiado pequeño para gestionar los problemas económicos, ecológicos, inmunológicos e informativos creados por el nuevo medio, y al mismo tiempo es demasiado grande para dar lugar a las aspiraciones de movimientos sociales y regionalistas motivados por cuestiones de identidad” (Benhabib, 2005: 15-16). Según esta autora, las limitaciones democráticas vinculadas a la posibilidad de sostener una integración ciudadana y un diálogo pluralista están directamente relacionadas con la territorialidad.

En términos generales, las limitaciones de la democracia expuestas por estos pensadores responden, en gran medida, al impacto de la creciente globalización. Las actividades humanas en los ámbitos económico, político y tecnológico han intensificado las relaciones de carácter regional y global, cuestionando así el tradicional derecho de ciudadanía circunscrito al Estado nación. En consecuencia, la democracia contemporánea exige un nuevo tratamiento y una mirada renovada sobre los procesos regionales y globales. Este es, precisamente, el enfoque que se desarrolla a partir de los aportes teóricos ya mencionados.

Alternativas de transformación e invocación de la democracia en un mundo multipolar

En las secciones anteriores se analizaron, en primer lugar, el sentido de la democracia y, posteriormente, sus límites en un contexto internacional. En este marco, se subrayó la necesidad de superar la concepción tradicional de democracia anclada en el Estado nación, avanzando hacia una visión que conciba los derechos y las libertades en un mundo globalizado. En esta línea, se destaca que “si se desea que prevalezca la democracia, los principales grupos y asociaciones de la economía deberían rearticularse con las instituciones políticas para entrar a formar parte del proceso democrático, y tendrán que adoptar, en el seno de su propio modus operandi, una estructura de reglas, principios y prácticas compatible con la democracia” (Held, 2007: 401).

En este sentido, Held, propone que la democracia, en el marco del Estado nación, se apoye en la noción de “autonomía democrática”, complementada con el modelo de “democracia cosmopolita”. Para el ámbito regional, mantiene la propuesta de un sistema de gobierno propio del Estado nación, mientras que para el ámbito global sugiere la construcción de un sistema de gobernanza global. Esta propuesta se fundamenta en el “principio de autonomía” como criterio de demarcación del poder legítimo. Dicho principio contempla aspectos como: el goce universal de los mismos derechos y obligaciones para llevar adelante proyectos individuales y colectivos en calidad de agentes libres; la protección de la ciudadanía frente a interferencias que restrinjan su libertad; la posibilidad de que los ciudadanos determinen, en igualdad de condiciones, los asuntos de interés público bajo un gobierno mayoritario; el establecimiento de un régimen constitucional que limite los abusos de las mayorías; y la necesidad de examinar las demandas de los grupos sociales (Held, 2007: 372-373).

A su vez, Held sostiene que los Estados, dentro de un sistema global, ven alteradas su autonomía y soberanía. De allí que la soberanía deba concebirse como compartida entre organismos nacionales, regionales e internacionales, lo que a su vez limita la propia naturaleza de su pluralidad. La democracia en un marco cosmopolita implicaría, además, desarrollar capacidades administrativas y recursos políticos independientes en los niveles regional y global. No obstante, el autor advierte que este tipo de democracia requeriría la creación de nuevas instituciones políticas (Held, 2007: 426-428).

Por otra parte, Rosanvallon observa que la democracia contemporánea se caracteriza por la creciente desconfianza de los representados hacia sus representantes. Para superar este problema, propone tres mecanismos fundamentales: en primer lugar, la vigilancia, entendida como prácticas ciudadanas que permiten intervenir allí donde no existe aún un cuerpo político consolidado, lo que da lugar a la figura del “ciudadano-vigilante”, que trasciende al mero “ciudadano-elector” (Rosanvallon, 2007: 56). En segundo lugar, la denuncia, que consiste, según la estricta etimología del término ‘hacer saber’, hacer conocer, develar, revelar. Contar, desde modo, con los efectos de la publicidad para volver a poner en orden el mundo” (p. 57). Finalmente, la calificación, entendida como el “peritaje de la calidad y la eficacia de una gestión” (p. 66). Estos tres mecanismos apuntan, en conjunto, a fortalecer la vigilancia sobre la gestión pública y la burocracia estatal, con el objetivo de mejorar la calidad del liderazgo y de la democracia.

De manera complementaria, la democracia en el mundo actual requiere una visión más amplia, donde la “teoría cosmopolita de justicia no puede restringir a esquemas de distribución justa en escala global, sino que también deben incorporar una visión de membresía justa el derecho moral de los refugiados y asilados a una primera admisión; un régimen de fronteras porosas para los inmigrantes; un mandado contra la desnacionalización y la perdida de derechos de ciudadanía” (Benhabib, 2005: 15). Esta autora plantea, por tanto, un derecho de alcance internacional basado en la idea de hospitalidad universal, que reconozca la plena participación del ser humano en las esferas política y cultural. Así, “la nueva política de la membresía tiene que ver con la negociación de esta relación compleja entre los derechos de la membresía plena, tener voz democrática y la residencia territorial” (p. 25). Además, advierte que “el soberano democrático obtiene su legitimidad no meramente de su acto de constitución sino, de moco igualmente significativo, de conformidad de este acto con los principios universales de derechos humanos que en algún sentido se dice que preceden y anteceden la voluntad del soberano y con los cuales el soberano se compromete” (p. 41).

El planteamiento de Benhabib resulta fundamental para repensar la democracia contemporánea, donde la ciudadanía debe estar articulada a los derechos universales, y la igualdad de condiciones en la participación constituye la base misma de su existencia.

En general, las propuestas para el fortalecimiento de la democracia en el contexto internacional presentan diversas variantes, como se observa en los aportes de Held, Rosanvallon y Benhabib. Sin embargo, todas coinciden en que la vigencia de la democracia depende de que los ciudadanos gocen de derechos y libertades plenas. La erosión de estos derechos conduce al debilitamiento de la ciudadanía y, en consecuencia, a la crisis democrática. En cambio, su defensa y ampliación permiten transitar hacia una democracia plural y cosmopolita. Este proceso de transformación exige la acción conjunta de mayorías y minorías, orientada hacia una ciudadanía más activa y eficiente, que se exprese en la acción, la deliberación y la calidad de la gestión pública. Asimismo, los aportes destacan que el conocimiento y la racionalidad de los ciudadanos son elementos clave para el sostenimiento de un sistema democrático global, en un escenario marcado por las disputas entre potencias, donde se vuelve imprescindible limitar las tentaciones extremas que buscan imponer una visión única del mundo.

Conclusión

En conclusión, la democracia moderna se presenta como un concepto en constante transformación, atravesado por tensiones, disputas y resignificaciones históricas. Los aportes de Held, Rosanvallon y Benhabib permiten comprenderla no como una estructura acabada, sino como un proceso dinámico que articula participación, deliberación y reconocimiento de derechos en múltiples niveles. No obstante, frente al actual escenario de competencia entre potencias globales, emergen límites que ponen en cuestión su capacidad para responder a los desafíos del orden internacional contemporáneo. De ahí surge la necesidad de repensar críticamente sus alcances y de explorar alternativas que fortalezcan su vigencia en un contexto marcado por nuevas luchas de poder.

Además, los debates en torno a la democracia en el ámbito internacional reflejan una tensión constante entre la tradición del Estado nación y las exigencias de un mundo globalizado. Held propone avanzar hacia una democracia cosmopolita basada en el principio de autonomía, capaz de articular lo regional y lo global; Rosanvallon enfatiza mecanismos de vigilancia, denuncia y calificación que fortalezcan la confianza ciudadana; mientras que Benhabib defiende una concepción de justicia y ciudadanía orientada a la hospitalidad universal y a los derechos humanos como principios fundantes.

En conjunto, estas propuestas revelan que la democracia solo puede sostenerse en la medida en que garantice derechos, participación y libertad en condiciones de igualdad, más allá de las fronteras estatales. Así, la transformación de la democracia requiere no solo instituciones renovadas, sino también una ciudadanía consciente, racional y activa, capaz de enfrentar los desafíos de un orden global en disputa y de limitar las tentaciones autoritarias que amenazan con imponer visiones excluyentes del mundo.

 

Bibliografía

 

BENHABIB, Seyla.

2005    Los derechos de los otros. Madrid: Gedisa.

HELD, David.

2007    Modelos de democracia. Madrid: Alianza.

HUNTINGTON, Samuel P. 

1998    La tercera ola: La democratización a finales del siglo XX. Madrid: Paidós.

ROSANVALLON, Pierre.

2015    El buen gobierno. Buenos Aires: Manantial. 

2007    La contrademocracia: la política en la era de la desconfianza. Buenos Aires: Manantial. 



[1] De acuerdo con Samuel Huntington, la primera ola comprende el período 1828-1926; la segunda ola, 1943-1962; y la tercera ola, a partir de 1974. Esta última tuvo un mayor impacto global, al dar inicio a procesos de democratización frente a las dictaduras.

EVO: UN HOMBRE GEOPOLÍTICO DEL SUR GLOBAL

Simeón Apaza | agosto 04, 2025 | 0 Post a Comment

   Por: Simeón Apaza * 



Desde antes de su llegada al poder, durante su presidencia y después de dejar el gobierno (2006-2019), Evo Morales se ha caracterizado, casi siempre, por ejercer un liderazgo sólido con diversos sectores sociales. Además, dicho liderazgo ha trascendido las fronteras nacionales, proyectando su influencia en el ámbito internacional.

En este contexto, y de acuerdo con Hans Morgenthau, pensador destacado de la corriente realista en las relaciones internacionales, uno de los factores fundamentales del poder estatal es el conductor político. En el caso de Evo, no solo ha sido un conductor del Estado boliviano, sino también un referente y con capacidad de despliegue de los movimientos sociales tanto en Bolivia como en América Latina.

Durante su gobierno, Bolivia se consolidó como un actor relevante en la política regional e internacional, especialmente a través de su participación activa en iniciativas de integración como el ALBA-TCP, UNASUR y la CELAC.

En el reciente evento internacional, en el estadio de Ivirgarzama, ubicado en el Trópico de Cochabamba, se llevó a cabo un encuentro entre el 2 y 3 de agosto de 2025, en el marco de 200 años de la conmemoración del bicentenario de la independencia de Bolivia. En un contexto marcado por una dinámica geopolítica global en transformación, Evo continúa desempeñando un papel activo mediante esta iniciativa de RUNASUR, un proyecto en proceso con sede en Bolivia orientada al diálogo cultural, económico, ideológico-político, que promueve procesos de integración con cooperación y solidaridad especialmente entre los pueblos de América del Sur (Sur Global).

Estas características permiten considerar a Evo como un hombre geopolítico, en la medida en que ha demostrado capacidad y visión para impulsar encuentros regionales e internacionales, articulando temas y agendas propias de los sectores y movimientos sociales. La visión se orienta hacia la construcción de una "geopolítica de los pueblos" (Diplomacia de los Pueblos), que trasciende la diplomacia tradicional entre Estados y se basa en el protagonismo de actores sociales. Esta forma alternativa de diplomacia busca cuestionar el orden geopolítico vigente, principalmente la hegemonía estadounidense, y propone un nuevo orden global multipolar, sustentado en pilares o vectores como: el reconocimiento de actores clave de los pueblos en la política exterior, con base en la dignidad y la soberanía; por una América Plurinacional; la revalorización de los saberes y epistemes de los pueblos; la universalización de los servicios básicos como derechos inalienables; la solidaridad y la integración económica con valor agregado (acelerar proceso de industrialización); el rechazo a toda forma de sanciones unilaterales; una vida armónica entre el ser humano y la naturaleza; la desmilitarización planetaria; y la construcción de un mundo en paz y con seguridad compartida.

La realización de esta diplomacia de los pueblos, del pensamiento a la práctica, como alternativa a la hegemonía relativa de Estados Unidos, depende, en todo caso, de una participación activa y creciente de diversos actores sociales y políticos local, regional e internacional. También requiere el compromiso y vocación con ética y moral efectiva entre intelectuales y autodidactas; la promoción de espacios de diálogo y encuentros entre múltiples actores; la producción de materiales culturales, desde la literatura hasta la universidad, que acompañen y fortalezcan esta visión alternativa de integración regional y mundial. 


EVO SIGUE SIENDO UN LÍDER

Simeón Apaza | julio 14, 2025 | 0 Post a Comment

  Por: Simeón Apaza * 



Evo Morales se mantiene, incluso después de su renuncia forzada en el año 2019, como un destacado líder social y político de Bolivia. Este hecho se debe, principalmente, a que Morales, desde muy joven, forjó su liderazgo y lealtad desde las bases sociales, constituyéndose, en términos gramscianos, en un sujeto orgánico e histórico.

Como dirigente profundamente conocedor de la realidad de los sectores populares, resultó decisivo (durante la gestión presidencial 2006-2019) su política de recuperación y nacionalización de los hidrocarburos, que permitió la implementación de programas y políticas públicas orientadas a la redistribución de la riqueza y la prosperidad económica. Estas medidas adquirieron una relevancia particular para las familias de menores recursos, ya que contribuyeron a la disminución de la pobreza y a una mayor generación de oportunidades. Asimismo, tanto las entidades públicas como las privadas experimentaron un incremento significativo de sus ingresos económicos.

La nueva gobernanza, establecida tras la transición constitucional del Estado republicano al Estado Plurinacional, radica su importancia en el reconocimiento de los derechos y la cosmovisión de los pueblos indígenas originarios campesinos.
Por otra parte, Morales se ha consolidado como uno de los principales líderes impulsores de la revalorización de los símbolos identitarios, especialmente aquellos vinculados a los sectores populares. Principalmente, el uso de la chompa y la chamarra se ha proyectado como un nuevo estilo de vestimenta que simboliza el ascenso del poder político en el país.

Todo ello ha contribuido a la construcción de un liderazgo que conserva peso y fuerza en el ámbito político boliviano actual. A pesar de que algunos dirigentes sociales y políticos se han distanciado, las bases sociales continúan respaldando a Morales en la actualidad. En este sentido, su nombre se ha transformado en una suerte de marca o modelo político dentro del país. Por esta razón, no resulta extraño escuchar a ciertos actores políticos manifestar la necesidad de seguir su liderazgo o buscar su respaldo electoral-político, ya que la figura de Evo no solo significa la lucha por el poder, sino también la garantía de la gobernabilidad y la gobernanza de la Bolivia contemporánea.


* Sociólogo geopolítico. Especializado en Hegemonía y Relaciones Internacionales. Coordinador del Departamento de Estudios Estratégicos de Geopolítica (DEG)   y   del Centro de Estudios y Pensamiento “Antonio Gramsci”.

DE LA MARCHA A LAS URNAS: EL TRIUNFO HISTÓRICO DEL PUEBLO

Simeón Apaza | mayo 18, 2025 | 0 Post a Comment

 Por: Simeón Apaza * 



Una de las marchas más significativas registradas en Bolivia fue la denominada “Marcha Para Salvar Bolivia por Segunda Vez con Evo Morales”, del 16 de mayo, organizada con el objetivo de respaldar la inscripción de la candidatura de Evo Morales ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para participar en las elecciones presidencial del 17 de agosto de 2025. Esta movilización congregó a diversos sectores sociales del país y contó también con la participación de delegaciones de bolivianos residentes en el extranjero, así como profesionales de la UNILA, articulados en el “Comité Internacional en Solidaridad y Defensa de Evo Morales”.

Según datos del Atlas Electoral, esta marcha logró reunir a aproximadamente 3,6 millones de personas, sin considerar a aquellas familias que permanecieron en sus hogares, lo cual elevaría la cifra potencial a más de 4 millones de participantes. Se trata, por tanto, de una de las movilizaciones más multitudinarias e históricas en apoyo al expresidente Evo Morales, figura que muchos sectores sociales identifican con la expresión popular “Evo Pueblo”.

Hasta la fecha, ningún otro líder político-social ha demostrado una capacidad de convocatoria similar, ni siquiera el actual gobierno, a pesar de contar con recursos mediáticos e institucionales. Por el contrario, su gestión muestra señales de desgaste. En respuesta a esta marcha pacífica, las autoridades gubernamentales optaron por la represión y la gasificación, lo que derivó en amedrentamientos y detenciones arbitrarias, incluyendo la aprehensión de dirigentes nacionales como Ponciano Santos. Estos hechos evidencian el resurgimiento de prácticas racistas y de violencia estatal, encubiertas bajo el manto de la institucionalidad.

El respaldo social hacia Evo Morales se ha reflejado históricamente en distintos procesos electorales. Según datos del TSE, en 2005 obtuvo el 54% de los votos (lo que representó 1.544.374 sufragios de un total de 3.102.417 votos emitidos); el 2009, 64% (2.851.996 de 4.734.339 votos emitidos); el 2014 con 61% (3.057.618 de 5.319.141 votos emitidos de 5.971.152 de inscritos habilitados) y en el 2020 con 54% (3.281.803 de 6.313.459 de votos emitidos de 7.031.295 inscritos habilitados). De cara a las elecciones presidenciales del 17 de agosto de 2025, el TSE informa que hay 7.599.296 personas habilitadas para votar.

Con base en estas cifras históricas y las proyecciones actuales, se estima que Evo Morales podría alcanzar una victoria en primera vuelta, con un respaldo electoral que se situaría en un rango estimado del 60 % al 70 %. Es decir, más de la mitad del padrón electoral podría manifestar su apoyo al exmandatario, conforme a lo observado en elecciones presidenciales anteriores.

En este contexto, la marcha “Para Salvar Bolivia por Segunda Vez” no solo representa un hecho político de gran magnitud, sino también un acontecimiento con implicaciones estadísticas y simbólicas. Podría marcar el despliegue de un nuevo ciclo en el que el pueblo boliviano retome el poder político, de la marcha al poder, bajo la consigna de que “debemos gobernarnos nosotros mismos”.


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