El futuro de la democracia: Las limitaciones y desafíos de transformación

Simeón Apaza | octubre 02, 2025 | 0 Post a Comment

    Por: Simeón Apaza


Introducción

La democracia, concebida históricamente en el marco del Estado nación, atraviesa hoy profundas tensiones frente al impacto de la globalización. Las dinámicas económicas, políticas, sociales y tecnológicas desbordan las fronteras tradicionales y generan nuevas formas de interacción regional y global que ponen en juego la capacidad del Estado para responder a los problemas contemporáneos. En este escenario, se vuelve necesario repensar la democracia más allá de sus bases clásicas, incorporando enfoques que sitúan en una dimensión cosmopolita. A partir de los aportes de autores como Held, Rosanvallon y Benhabib, es posible examinar los límites de la democracia moderna, las críticas a su funcionamiento y las propuestas para proyectarla hacia un modelo que contemple derechos universales, soberanías compartidas y una ciudadanía activa capaz de sostener la vida democrática en un mundo interdependiente.

En tal sentido, el presente trabajo se organiza de la siguiente manera: en primer lugar, se ofrece una introducción; a continuación, se desarrolla la sección titulada El sentido de la democracia en contextos de democracia internacional; posteriormente, se aborda el apartado Impactos y límites de la democracia; seguidamente, se examinan las Alternativas de transformación e invocación de la democracia en un mundo multipolar; finalmente, presentamos las conclusiones y la bibliografía.

El sentido de la democracia en contextos de democracia internacional

En el actual escenario de disputa entre potencias globales, especialmente entre Estados Unidos y China, la democracia moderna ha marcado hitos relevantes en distintos momentos históricos, alcanzando una dimensión global con la llamada “tercera ola de democratización”[1]. En este marco, el sentido de la democracia no debe entenderse como un concepto estático, sino dinámico, sujeto a una constante evolución histórica. Esta perspectiva ha sido desarrollada, entre otros, por David Held en su obra Modelos de democracia, publicada en español en 1991. En ello, el autor realiza una valoración crítica de los distintos modelos democráticos, tanto de la tradición clásica como de la contemporánea, subrayando que: “Existen varias razones que explican por qué es importante una valoración crítica de los modelos de democracia existentes y la búsqueda de posturas alternativas” (Held, 2007: 365). De este modo, la democracia es concebida como un mecanismo que posibilita una “extensa participación y deliberación política”, no solo en el ámbito local, sino también en la esfera internacional.

Por otra parte, Pierre Rosanvallon, en su obra La contrademocracia (2006), sostiene que la democracia se encuentra en una permanente dinámica de tensiones e incertidumbres. En sus palabras: “La historia de las democracias reales es indisociable de una tensión y un cuestionamiento permanentes” (Rosanvallon, 2007: 23). Este proceso de tensión ha caracterizado la vida democrática contemporánea, donde la democracia se expresa como un espacio de implicación e intervención entre el Estado y la ciudadanía. Si bien el voto constituye la manifestación más visible de este vínculo, no agota la complejidad de la experiencia democrática (Rosanvallon, 2007: 36).

Asimismo, Seyla Benhabib, en Los derechos de los otros (2005), enfatiza que la democracia contemporánea se sustenta en la ampliación de los derechos de la ciudadanía. Según su planteamiento, la participación política garantiza el carácter de la democracia como instancia que protege derechos individuales y colectivos, reconociendo a las personas como actores en diversas esferas, tanto locales como internacionales. En su análisis, “las democracias modernas, a diferencia de sus contrapartes antiguas, conciben a sus ciudadanos como consocios derechohabientes” (Benhabib, 2005: 41).

En síntesis, estas perspectivas coinciden en destacar que el sentido de la democracia moderna radica en su carácter dinámico y relacional, vinculado a la construcción del Estado-nación y a la consolidación del voto universal como expresión legítima de ciudadanía. Sin embargo, este modelo ha mostrado limitaciones, especialmente frente a las transformaciones del orden internacional y las tensiones derivadas de la lucha entre potencias globales. En ese marco, resulta necesario analizar los límites de la democracia frente a dichas dinámicas de poder.

Impactos y límites de la democracia frente a las dinámicas de la lucha por el poder: EE.UU. y China

Desde una perspectiva teórica, comprender los límites de la democracia en el actual contexto internacional implica reconocer que esta se ve desbordada por múltiples problemas que exceden, fundamentalmente, el marco del Estado nación frente a los procesos de globalización. Dichos procesos generan tensiones entre lo local y lo global. Según Held, esto se manifiesta cuando “se suscitan diversos problemas, sobre todo porque las decisiones de ‘una mayoría’ o, más concretamente, de sus representantes no solo afectan (o pueden afectar) a sus comunidades, sino también a los ciudadanos de otros países” (Held, 2007: 409). La globalización implica un desplazamiento de la sociedad humana, promoviendo interacciones interregionales y transcontinentales que inciden de manera creciente en las instituciones sociales y en la vida cotidiana, tanto en el tiempo como en el espacio. En general, la globalización actual permite que numerosas cadenas de actividad, como, las políticas, económicas, sociales y tecnológicas, adquieran un impacto y alcance global. Al mismo tiempo, estas cadenas generan mayores niveles de interacción y conexión entre Estados y sociedades, en un mundo marcado por la contingencia entre unidad y fragmentación (Cfr. Held, 2007: 412-413).

Por otro lado, los límites e impactos que enfrenta la democracia moderna no provienen únicamente de la sociedad civil o de la ciudadanía, sino también de su propia estructura. Esta se encuentra atravesada por la “falta de aprehensión global de los problemas ligados a la organización de un mundo común” (Rosanvallon, 2007: 38). La democracia contemporánea se caracteriza principalmente por el voto ciudadano; sin embargo, este mecanismo resulta insuficiente para abordar los desafíos del mundo común y, a su vez, invisibiliza ciertas problemáticas. En sentido contrario, este fenómeno tiende a reforzar el poder social y a abrir espacio a tentaciones populistas de carácter reactivo (Ibid: 39). Asimismo, las limitaciones democráticas se evidencian cuando, desde la perspectiva ciudadana, “la falta de democracia significa no ser escuchados, ver que se toman decisiones sin consulta alguna, que los ministros no asuman sus responsabilidades, que los dirigentes mientan con impunidad, que el mundo político viva encerrado en sí mismo y no rinda cuentas suficientes, que el funcionamiento administrativo siga siendo opaco” (Rosanvallon, 2015: 16).

De igual modo, los problemas que afronta la democracia moderna adquieren un carácter más internacional, puesto que “el Estado nación es demasiado pequeño para gestionar los problemas económicos, ecológicos, inmunológicos e informativos creados por el nuevo medio, y al mismo tiempo es demasiado grande para dar lugar a las aspiraciones de movimientos sociales y regionalistas motivados por cuestiones de identidad” (Benhabib, 2005: 15-16). Según esta autora, las limitaciones democráticas vinculadas a la posibilidad de sostener una integración ciudadana y un diálogo pluralista están directamente relacionadas con la territorialidad.

En términos generales, las limitaciones de la democracia expuestas por estos pensadores responden, en gran medida, al impacto de la creciente globalización. Las actividades humanas en los ámbitos económico, político y tecnológico han intensificado las relaciones de carácter regional y global, cuestionando así el tradicional derecho de ciudadanía circunscrito al Estado nación. En consecuencia, la democracia contemporánea exige un nuevo tratamiento y una mirada renovada sobre los procesos regionales y globales. Este es, precisamente, el enfoque que se desarrolla a partir de los aportes teóricos ya mencionados.

Alternativas de transformación e invocación de la democracia en un mundo multipolar

En las secciones anteriores se analizaron, en primer lugar, el sentido de la democracia y, posteriormente, sus límites en un contexto internacional. En este marco, se subrayó la necesidad de superar la concepción tradicional de democracia anclada en el Estado nación, avanzando hacia una visión que conciba los derechos y las libertades en un mundo globalizado. En esta línea, se destaca que “si se desea que prevalezca la democracia, los principales grupos y asociaciones de la economía deberían rearticularse con las instituciones políticas para entrar a formar parte del proceso democrático, y tendrán que adoptar, en el seno de su propio modus operandi, una estructura de reglas, principios y prácticas compatible con la democracia” (Held, 2007: 401).

En este sentido, Held, propone que la democracia, en el marco del Estado nación, se apoye en la noción de “autonomía democrática”, complementada con el modelo de “democracia cosmopolita”. Para el ámbito regional, mantiene la propuesta de un sistema de gobierno propio del Estado nación, mientras que para el ámbito global sugiere la construcción de un sistema de gobernanza global. Esta propuesta se fundamenta en el “principio de autonomía” como criterio de demarcación del poder legítimo. Dicho principio contempla aspectos como: el goce universal de los mismos derechos y obligaciones para llevar adelante proyectos individuales y colectivos en calidad de agentes libres; la protección de la ciudadanía frente a interferencias que restrinjan su libertad; la posibilidad de que los ciudadanos determinen, en igualdad de condiciones, los asuntos de interés público bajo un gobierno mayoritario; el establecimiento de un régimen constitucional que limite los abusos de las mayorías; y la necesidad de examinar las demandas de los grupos sociales (Held, 2007: 372-373).

A su vez, Held sostiene que los Estados, dentro de un sistema global, ven alteradas su autonomía y soberanía. De allí que la soberanía deba concebirse como compartida entre organismos nacionales, regionales e internacionales, lo que a su vez limita la propia naturaleza de su pluralidad. La democracia en un marco cosmopolita implicaría, además, desarrollar capacidades administrativas y recursos políticos independientes en los niveles regional y global. No obstante, el autor advierte que este tipo de democracia requeriría la creación de nuevas instituciones políticas (Held, 2007: 426-428).

Por otra parte, Rosanvallon observa que la democracia contemporánea se caracteriza por la creciente desconfianza de los representados hacia sus representantes. Para superar este problema, propone tres mecanismos fundamentales: en primer lugar, la vigilancia, entendida como prácticas ciudadanas que permiten intervenir allí donde no existe aún un cuerpo político consolidado, lo que da lugar a la figura del “ciudadano-vigilante”, que trasciende al mero “ciudadano-elector” (Rosanvallon, 2007: 56). En segundo lugar, la denuncia, que consiste, según la estricta etimología del término ‘hacer saber’, hacer conocer, develar, revelar. Contar, desde modo, con los efectos de la publicidad para volver a poner en orden el mundo” (p. 57). Finalmente, la calificación, entendida como el “peritaje de la calidad y la eficacia de una gestión” (p. 66). Estos tres mecanismos apuntan, en conjunto, a fortalecer la vigilancia sobre la gestión pública y la burocracia estatal, con el objetivo de mejorar la calidad del liderazgo y de la democracia.

De manera complementaria, la democracia en el mundo actual requiere una visión más amplia, donde la “teoría cosmopolita de justicia no puede restringir a esquemas de distribución justa en escala global, sino que también deben incorporar una visión de membresía justa el derecho moral de los refugiados y asilados a una primera admisión; un régimen de fronteras porosas para los inmigrantes; un mandado contra la desnacionalización y la perdida de derechos de ciudadanía” (Benhabib, 2005: 15). Esta autora plantea, por tanto, un derecho de alcance internacional basado en la idea de hospitalidad universal, que reconozca la plena participación del ser humano en las esferas política y cultural. Así, “la nueva política de la membresía tiene que ver con la negociación de esta relación compleja entre los derechos de la membresía plena, tener voz democrática y la residencia territorial” (p. 25). Además, advierte que “el soberano democrático obtiene su legitimidad no meramente de su acto de constitución sino, de moco igualmente significativo, de conformidad de este acto con los principios universales de derechos humanos que en algún sentido se dice que preceden y anteceden la voluntad del soberano y con los cuales el soberano se compromete” (p. 41).

El planteamiento de Benhabib resulta fundamental para repensar la democracia contemporánea, donde la ciudadanía debe estar articulada a los derechos universales, y la igualdad de condiciones en la participación constituye la base misma de su existencia.

En general, las propuestas para el fortalecimiento de la democracia en el contexto internacional presentan diversas variantes, como se observa en los aportes de Held, Rosanvallon y Benhabib. Sin embargo, todas coinciden en que la vigencia de la democracia depende de que los ciudadanos gocen de derechos y libertades plenas. La erosión de estos derechos conduce al debilitamiento de la ciudadanía y, en consecuencia, a la crisis democrática. En cambio, su defensa y ampliación permiten transitar hacia una democracia plural y cosmopolita. Este proceso de transformación exige la acción conjunta de mayorías y minorías, orientada hacia una ciudadanía más activa y eficiente, que se exprese en la acción, la deliberación y la calidad de la gestión pública. Asimismo, los aportes destacan que el conocimiento y la racionalidad de los ciudadanos son elementos clave para el sostenimiento de un sistema democrático global, en un escenario marcado por las disputas entre potencias, donde se vuelve imprescindible limitar las tentaciones extremas que buscan imponer una visión única del mundo.

Conclusión

En conclusión, la democracia moderna se presenta como un concepto en constante transformación, atravesado por tensiones, disputas y resignificaciones históricas. Los aportes de Held, Rosanvallon y Benhabib permiten comprenderla no como una estructura acabada, sino como un proceso dinámico que articula participación, deliberación y reconocimiento de derechos en múltiples niveles. No obstante, frente al actual escenario de competencia entre potencias globales, emergen límites que ponen en cuestión su capacidad para responder a los desafíos del orden internacional contemporáneo. De ahí surge la necesidad de repensar críticamente sus alcances y de explorar alternativas que fortalezcan su vigencia en un contexto marcado por nuevas luchas de poder.

Además, los debates en torno a la democracia en el ámbito internacional reflejan una tensión constante entre la tradición del Estado nación y las exigencias de un mundo globalizado. Held propone avanzar hacia una democracia cosmopolita basada en el principio de autonomía, capaz de articular lo regional y lo global; Rosanvallon enfatiza mecanismos de vigilancia, denuncia y calificación que fortalezcan la confianza ciudadana; mientras que Benhabib defiende una concepción de justicia y ciudadanía orientada a la hospitalidad universal y a los derechos humanos como principios fundantes.

En conjunto, estas propuestas revelan que la democracia solo puede sostenerse en la medida en que garantice derechos, participación y libertad en condiciones de igualdad, más allá de las fronteras estatales. Así, la transformación de la democracia requiere no solo instituciones renovadas, sino también una ciudadanía consciente, racional y activa, capaz de enfrentar los desafíos de un orden global en disputa y de limitar las tentaciones autoritarias que amenazan con imponer visiones excluyentes del mundo.

 

Bibliografía

 

BENHABIB, Seyla.

2005    Los derechos de los otros. Madrid: Gedisa.

HELD, David.

2007    Modelos de democracia. Madrid: Alianza.

HUNTINGTON, Samuel P. 

1998    La tercera ola: La democratización a finales del siglo XX. Madrid: Paidós.

ROSANVALLON, Pierre.

2015    El buen gobierno. Buenos Aires: Manantial. 

2007    La contrademocracia: la política en la era de la desconfianza. Buenos Aires: Manantial. 



[1] De acuerdo con Samuel Huntington, la primera ola comprende el período 1828-1926; la segunda ola, 1943-1962; y la tercera ola, a partir de 1974. Esta última tuvo un mayor impacto global, al dar inicio a procesos de democratización frente a las dictaduras.

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