Por: Simeón Apaza A. *
La configuración del nuevo orden mundial exige una visión amplia para comprender la posición de América Latina y el Caribe, en especial la del Sur Global. La caída relativa de la hegemonía de Estados Unidos, iniciada en la década de los 70 y acentuada tras los hechos del 11 de septiembre de 2001, abrió un periodo de transición o mutación hacia un nuevo reordenamiento del sistema-mundo o de la geopolítica mundial.
En este marco histórico, América Latina y el Caribe (con mayor énfasis en América del Sur) ha ocupado un rol estratégico tanto en la época colonial como en la republicana y en la actual configuración mundial. Entre el siglo XX y el reciente siglo XXI, para Estados Unidos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pasando por la Guerra Fría y hasta la actual disputa hegemónica, la región ha funcionado como reservorio y proveedora de recursos y mano de obra, así como un espacio de competencia ideológica. Asimismo, ha sido escenario de intervenciones estadounidenses destinadas a impedir la emergencia y consolidación de potencias regionales capaces de desafiar su influencia o redefinir el orden internacional.
Este contexto facilitó el surgimiento de países “emergentes”, particularmente los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), lo que muchos pensadores interpretan como una reconfiguración lenta pero estructural de la jerarquía del sistema-mundo. Dentro de este proceso, América del Sur adquiere una creciente relevancia como espacio estratégico en el reordenamiento global.
Desde el pensamiento sistémico, el control de las materias primas constituye un elemento central del poder hegemónico. En este escenario, la concentración de recursos estratégicos como agua dulce, biodiversidad, litio y otros minerales convierte a América del Sur en un polo geoestratégico clave para el desarrollo científico y tecnológico global. Sin embargo, esta riqueza y las relaciones alternativas con otros actores globales también aumentan la vulnerabilidad de la región frente a las presiones de las grandes potencias, particularmente de Estados Unidos.
Por tanto, la sociedad latinoamericana, en su conjunto, debe asumir una conciencia histórica y social en defensa de la soberanía y la libertad, apostando hoy por la “Diplomacia de los Pueblos”, que va más allá de los actores estatales tradicionales.
* Estudios en Geopolítica y Relaciones Internacionales, UMSA.

